El SIBO son los padres: por qué tu problema digestivo no se arregla con más diagnósticos

1. El diagnóstico de moda

Hace unos años, todos los caminos llevaban al gluten.

Después, a la intolerancia a la lactosa.

Hoy, parece que todo el mundo tiene SIBO.

Lo ves en redes sociales, en foros, en conversaciones de sobremesa.

Dolor abdominal, hinchazón, gases, cansancio, niebla mental, diarrea o estreñimiento… da igual el síntoma: alguien dirá “eso es SIBO”.

El problema no es el término en sí, sino el uso que se le está dando.

SIBO significa Small Intestinal Bacterial Overgrowth, o “sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado”.

Básicamente, un desequilibrio en la microbiota intestinal.

¿Existe? Sí.

¿Es real? Sí.

¿Lo tienen todos los que lo dicen? No.

Lo que ocurre es que, como sociedad, nos encantan las etiquetas.

Parece que si algo tiene nombre, ya tiene explicación.

Y si tiene explicación, tiene tratamiento.

Pero el cuerpo no funciona así.

No es un coche al que le cambias una pieza y vuelve a ir bien.


2. El problema no es el SIBO, son los hábitos

La mayoría de las personas que vienen a consulta con “diagnóstico” de SIBO ya han pasado por todo:

  • Dietas sin gluten, sin lactosa, sin fructosa, sin vida.
  • Test de aliento, test de heces, test de orina, test de todo.
  • Antibióticos, probióticos, enzimas, suplementos de moda.

Y sin embargo, siguen igual o incluso peor.

Porque el problema no está en el intestino solamente, está en el estilo de vida.

En el exceso de estrés, de pantallas, de trabajo, de café, de ultraprocesados y de falta de descanso.

Y sobre todo, en una realidad incómoda que casi nadie quiere oír:

Tu cuerpo no está pidiendo más suplementos, está pidiendo que dejes de comer mierda.

La frase puede sonar dura, pero es honesta.

Ningún intestino puede funcionar bien si cada día lo llenas de alimentos inflamatorios, azúcares, harinas refinadas o productos que no caducan nunca.

La mayoría de las personas con síntomas digestivos no necesitan más cosas, sino menos.

Menos fármacos, menos suplementos, menos estrés, menos procesados.

Volver al sentido común.

Comer real, descansar más, moverse un poco y respirar mejor.

Eso, aunque suene básico, cambia más microbiotas que cualquier test.


3. Por qué todo el mundo “tiene” SIBO

Hay una razón por la que parece que todos los caminos llevan a SIBO: los síntomas son tan inespecíficos que casi cualquiera puede verse reflejado.

  • Hinchazón después de comer.
  • Gases.
  • Cansancio.
  • Sensación de pesadez o “intestino lento”.
  • Cambios de ánimo o ansiedad.

¿Te suenan?

Sí, claro.

Porque son síntomas de vida moderna, no de una enfermedad en sí.

El intestino no se estropea de un día para otro.

Se sobrecarga de forma progresiva, igual que un techo con humedad: primero aparece una mancha, luego se filtra, y si no lo arreglas desde la raíz, terminas con goteras.

Pero si en lugar de buscar la fuga, te dedicas a pintar encima cada mes, lo único que consigues es tapar el problema.

Con la salud pasa igual.

Test tras test, diagnóstico tras diagnóstico, sin revisar lo más básico: cómo comes, cómo vives, cómo duermes y cómo piensas.

El enfoque de la Psiconeuroinmunología (PNI) va justo en esa dirección:

Antes de añadir cosas, quitemos lo que sobra.


4. La PNI y el beneficio de lo fácil

La PNI no busca demonizar los diagnósticos ni negar la medicina.

Lo que busca es darle sentido a lo que haces con tu cuerpo.

Cuando alguien llega a consulta con síntomas digestivos, el objetivo no es buscar una etiqueta nueva, sino entender qué está generando esa respuesta.

¿Comes bien?

¿Descansas?

¿Tienes horarios regulares?

¿Comes con calma o tragas mirando el móvil?

¿Te mueves a diario o vives sentado?

Si la respuesta es “no” a todo, el intestino no necesita un test de SIBO, necesita un respiro.

En Therapeutes, aplicamos el principio que también usamos en el correo de hoy:

Más no es mejor. Mejor es mejor.

  • Quitamos lo que no sirve.
  • Simplificamos lo que sobra.
  • Devolvemos al cuerpo su ritmo natural.

A veces, el tratamiento más eficaz es también el más barato:

Dormir bien, comer comida de verdad y reducir lo que te estresa.


5. Cómo saber si realmente tienes SIBO

El SIBO existe y, en algunos casos, debe tratarse de forma específica.

Pero antes de asumir que lo tienes, conviene revisar algunas cosas.

Sospecha de SIBO real si:

  • Has tomado antibióticos o inhibidores de la acidez durante largos periodos.
  • Tienes enfermedad inflamatoria intestinal diagnosticada.
  • Hay cirugías previas o alteraciones anatómicas del intestino.
  • Sufres gases muy intensos, distensión constante y digestiones que empeoran incluso con dieta cuidada.

En esos casos, los test (como el de aliento con lactulosa o glucosa) pueden ser útiles, siempre que se interpreten correctamente.

El problema es que muchos test dan falsos positivos y acaban generando más confusión.

Por eso, antes de hacerlos, hay que poner orden en la base: dieta, descanso, ritmo y estrés.

Solo entonces vale la pena medir.


6. Comer bien no es caro, vivir enfermo sí

Una de las frases que más escuchamos en consulta es:

“Comer bien es muy caro.”

Y siempre respondemos lo mismo:

“Caro es no poder disfrutar de tu vida por culpa del malestar.”

Comer bien no significa comprar productos ecológicos de importación ni suplementos exóticos.

Significa llenar el plato de alimentos reales: verduras, frutas, pescado, huevos, legumbres, frutos secos.

El intestino no necesita sofisticación, necesita regularidad y coherencia.

Comer con horarios, masticar, no picar cada hora, evitar pantallas al comer, dormir suficiente.

Es simple, pero no fácil.

Y por eso mismo funciona.


7. Lo que sí mejora los síntomas digestivos

Hay cuatro pilares básicos que marcan la diferencia entre vivir con síntomas digestivos o recuperar el equilibrio:

a) Alimentación real

Elimina lo obvio: azúcar, alcohol, ultraprocesados, fritos.

No hace falta un manual de 200 páginas.

b) Movimiento diario

Caminar, estirarte, respirar, moverte.

El intestino también se estimula con movimiento.

c) Descanso

Dormir poco es una de las formas más efectivas de alterar tu microbiota y tu sistema hormonal.

d) Estrés

El intestino es un espejo del cerebro.

Si tu mente va acelerada, tu digestión también.

En PNI trabajamos todos estos factores de forma conjunta.

Porque el intestino no vive aislado del resto del cuerpo.


8. Cuándo acudir al profesional

Si llevas tiempo con molestias digestivas, hinchazón, gases o dolor abdominal y ya lo has intentado todo sin éxito, no necesitas otro test, necesitas una estrategia.

En Therapeutes, analizamos tu caso de forma global:

  • Evaluamos hábitos y alimentación.
  • Revisamos la relación entre estrés, sueño y digestión.
  • Valoramos si hay necesidad real de pruebas o no.
  • Diseñamos un plan progresivo, sin restricciones absurdas ni suplementos innecesarios.

El objetivo no es hacerte depender de un diagnóstico, sino ayudarte a volver al origen y recuperar la normalidad.


Conclusión

El SIBO existe, sí.

Pero no, no todo el mundo lo tiene.

Y aunque lo tuvieras, el tratamiento no empieza con un antibiótico ni con una dieta imposible.

Empieza con algo mucho más sencillo: dejar de agredir al cuerpo cada día.

Menos ultraprocesados.

Menos estrés.

Menos diagnósticos vacíos.

Más sentido común, más descanso, más comida real.

El intestino no pide más productos.

Pide coherencia.

Y eso, aunque no lo creas, es el tratamiento más barato que existe.

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