1. El mito del “niño de goma”
Cuando un adulto se lesiona, paramos, nos cuidamos y buscamos ayuda.
Cuando un niño se lesiona, solemos decir:
“No pasa nada, los niños son de goma.”
Y sí, los niños se recuperan más rápido.
Pero eso no significa que no haya consecuencias.
Su cuerpo está en pleno proceso de crecimiento y adaptación, y aunque los tejidos sean elásticos, las lesiones que no se tratan bien dejan huella.
Un esguince, una caída, una torcedura o una contractura no tratada correctamente pueden generar compensaciones que el cuerpo “guarda” y más tarde se transforman en desequilibrios posturales o dolores repetitivos.
El niño se levanta, sigue corriendo, pero su cuerpo se adapta, y esa adaptación a veces no es buena.
2. Qué pasa en el cuerpo del niño cuando crece
Durante la infancia y la adolescencia, los huesos crecen a una velocidad enorme.
Las fibras musculares, los tendones y los ligamentos se alargan para acompañar ese crecimiento, y el cuerpo se reorganiza constantemente.
Imagina una carpa de circo: los mástiles crecen, pero las cuerdas que la sostienen tienen que reajustarse para mantener la estructura estable.
Si una cuerda se tensa demasiado o se engancha, la carpa se inclina.
Eso mismo pasa en el cuerpo de un niño.
Una lesión muscular o articular altera la tensión de esas “cuerdas”.
Si no se corrige, el cuerpo sigue creciendo, pero la zona afectada se queda “tirante”, generando un crecimiento asimétrico o una postura compensada.
Por eso, cuando decimos que una lesión “ya se curará sola”, lo que a veces ocurre es que se cura, sí, pero mal.
3. Cuando una lesión deja huella: ejemplos reales
A veces las secuelas no se notan al principio.
Pero con el tiempo, el cuerpo empieza a hablar: dolores, rigideces o posturas extrañas que parecen venir de la nada.
Algunos ejemplos típicos que vemos en consulta:
a) Esguince “auto-curado”
El clásico del recreo o del entrenamiento.
El niño se tuerce el tobillo, llora cinco minutos, se levanta y sigue jugando.
A los dos días, ya no cojea, pero la articulación ha quedado más laxa y los músculos del tobillo empiezan a trabajar de forma irregular.
Con el tiempo, esto puede generar una marcha inestable, caídas frecuentes o sobrecargas en la rodilla o la cadera.
b) Contractura muscular en niños que hacen mucho deporte
Los niños deportistas (fútbol, danza, gimnasia, artes marciales) están en constante exigencia física.
Una contractura mal recuperada puede alterar la dirección de las fibras musculares y afectar al crecimiento óseo.
Resultado: acortamientos, dolor en tendones, sobrecargas y posturas viciadas.
c) Dolor de crecimiento… o no
Muchos padres piensan que el dolor nocturno o intermitente en piernas y articulaciones es “dolor de crecimiento”.
Y en algunos casos lo es, pero en otros es la consecuencia de una compensación muscular o un desajuste postural no corregido.
4. Crecer y adaptarse: el doble filo del cuerpo infantil
El cuerpo del niño tiene una capacidad de adaptación impresionante.
Esa es su fortaleza… y su trampa.
Cuando hay una lesión, el organismo se reorganiza para poder seguir funcionando.
El problema es que esas adaptaciones se fijan: el niño deja de apoyar igual, cambia la forma de correr, modifica la postura al sentarse o se inclina siempre hacia un lado.
A corto plazo no duele.
A medio plazo aparecen molestias, cansancio o desequilibrios musculares.
Y a largo plazo, pueden convertirse en un patrón postural difícil de revertir.
Por eso, aunque una lesión parezca leve, vale la pena revisarla.
No se trata de inmovilizar ni dramatizar, sino de observar cómo se recupera el movimiento y la simetría corporal.
5. Señales de alerta: cuándo preocuparse
Hay comportamientos o posturas en los niños que, si se repiten, conviene valorar:
- Cojea ligeramente o apoya mal un pie.
- Camina con un pie hacia fuera o hacia dentro.
- Se sienta torcido o cambia de postura constantemente.
- Se queja de dolor tras hacer deporte o al final del día.
- Se cae con frecuencia o tropieza más de lo normal.
- Dice tener “piernas cansadas” o “pinchazos” sin causa aparente.
- Le cuesta estirarse del todo o nota tirantez en muslos o espalda.
Ninguno de estos signos, por sí solo, es grave.
Pero juntos indican que el cuerpo está compensando algo.
6. Qué ocurre si no se revisa
Cuando una lesión no se valora adecuadamente durante el crecimiento, el cuerpo se adapta y crea una nueva normalidad.
Los músculos acortados tiran del esqueleto, los tendones trabajan con más tensión y la postura se desequilibra.
Con el tiempo, esto puede traducirse en:
- Desviaciones leves de columna (escoliosis funcional).
- Dolor recurrente en rodillas, tobillos o espalda.
- Fatiga muscular o desequilibrio entre un lado y otro.
- Menor rendimiento deportivo.
- Riesgo de lesiones repetitivas.
Lo bueno es que todo esto se puede prevenir.
El cuerpo del niño responde rápido si se actúa a tiempo.
7. Cómo lo trabajamos en Therapeutes
En Therapeutes, realizamos una valoración postural y funcional personalizada para cada niño.
El objetivo es detectar si una antigua lesión o una mala compensación está afectando al crecimiento o al movimiento.
Durante la sesión observamos:
- Simetría corporal.
- Patrón de apoyo de pies.
- Alineación de rodillas y caderas.
- Coordinación y equilibrio.
- Rango de movimiento articular.
A partir de ahí, diseñamos un plan de tratamiento y de reeducación adaptado:
- Ejercicios de movilidad y estiramiento.
- Fortalecimiento de cadenas musculares débiles.
- Trabajo propioceptivo (equilibrio y control corporal).
- Reeducación postural.
El objetivo no es solo tratar la lesión, sino ayudar al cuerpo a crecer en armonía.
8. Niños deportistas: prevenir es ganar
Cada vez más niños practican deporte de forma regular o incluso competitiva.
Y eso es una gran noticia, siempre que el cuerpo esté preparado.
El problema aparece cuando el entrenamiento es más exigente que su madurez física.
En estos casos, un control postural periódico es la mejor prevención.
Permite detectar desequilibrios antes de que aparezcan lesiones y adaptar el entrenamiento para que el crecimiento sea equilibrado.
9. Lo que pueden hacer los padres
Algunos consejos sencillos para prevenir y detectar problemas:
- No restes importancia a las caídas o esguinces. Revisa siempre la movilidad y la fuerza después.
- Observa la postura. Si notas desequilibrios, revisa.
- No sobrecargues de actividades. El descanso también forma parte del entrenamiento.
- Fomenta la variedad. Cuantos más movimientos diferentes haga, más equilibrado será su desarrollo.
- Evita el sedentarismo entre semana. La diferencia entre “entreno a tope y luego sofá” es una de las causas más comunes de desequilibrio.
Y sobre todo, escucha lo que dice el cuerpo de tu hijo.
Los niños no inventan el dolor, lo expresan de la forma que saben.
10. Cuándo pedir ayuda profesional
Pide una valoración si:
- Tu hijo ha tenido una lesión y notas que su postura ha cambiado.
- Se queja de dolor recurrente sin causa aparente.
- Hace mucho deporte y acumula contracturas o sobrecargas.
- Tiene una pierna más fuerte o más flexible que la otra.
- Notas rigidez, cansancio o falta de equilibrio.
Cuanto antes se revise, más fácil es corregirlo.
Una pequeña compensación hoy puede ser una molestia grande mañana.
En Therapeutes, trabajamos con un enfoque global que une la fisioterapia, la PNI y la reeducación del movimiento.
Así no solo se trata el dolor, sino que se previene que vuelva a aparecer.
Conclusión
Los niños no son de goma.
Se adaptan, sí, pero también guardan memoria corporal.
Y las lesiones de hoy pueden influir en su postura, su crecimiento y su rendimiento mañana.
Revisar no es alarmarse, es cuidar.
Detectar a tiempo una mala compensación es invertir en salud futura.
En Therapeutes, vemos cada día cómo pequeños ajustes en la postura o el movimiento cambian por completo el bienestar de un niño.
Y eso, a largo plazo, marca la diferencia entre crecer bien o crecer desequilibrado.
Lesiones en la etapa de crecimiento: el “niño de goma” también necesita revisión